Quiero tener una aventura y no enamorarme... Quiero tener una aventura al límite de lo moral. Y con esa confesión parto contando qué es lo que realmente quiero...
Quiero alguien con quien pueda navegar en los placeres carnales, conociendo, reconociendo, jugando, pidiendo, mordiendo... y lo quiero porque toda buena mujer que se precie de ser licenciosa y postmoderna, debe tener un macho alfa, aquél quien de sólo verlo te apetece una canción de Barry White cubierto de chocolate. Aquél que de tanto gozar, te tiene con escalofríos de placer durante días enteros.
Lo difícil es encontrarlo. Puede ser el ex, a quien te tiras sin culpabilidad, porque la entrepierna se la conoce de memoria y es capaz de gozar con ella como si le perteneciera. Puede ser un amigo, ése con el que de tantas noches de alcohol y confesiones, se hace de la cama o el sofá el segundo hogar.
Quiero tirar en la calle, recrear una película porno, en un ascensor, en una terraza mirando Santiago correr. Quiero tirar sólo porque tenga ganas y porque a la muñeca hay que darle con que jugar o se puede amurrar...
Ando en busca de un machotote que me dé una aventura, porque la gracia es que esté al son de una llamada, al jadeo asonante, a esa contracción de musculatura pélvica que viene de cuando en cuando.
Quiero un macho! un hombre de pelo en pecho, de nalgas que se vuelvan turgentes al tamboleo de mis manos, que se vuelva perverso a las necesidades de mi entrepierna, que se torne cachondo de sólo verme o escucharme cual gata en celo...
Quiero una aventura, donde sólo pueda gozar, gritar, aullar... sin miedos, sin culpas, sólo necesidades básicamente animales... de manos grandes que sólo tengan mi monte de venus como objetivo de su cacería... Quiero sudar y exudar, jadear como si en eso se me fuera la vida, como si no hubiera nada más que hacer mientras llega el fin del mundo.
Quiero alguien que después de orgasmear, sólo llame para decirme lo rico que estuvo, que llame para saber si aún huelo a él... eso es lo que quiero, una aventura al límite de lo moral.
Sé que mis queridas perversas quieren lo mismo, porque la carne llama y el deseo grita...
