Mi mujer y yo vivimos en una ciudad distinta a la que viven mis suegros. Una vez cada tres meses aproximadamente nos hacemos 600 Km para ir a verlos aprovechando las fiestas y los que les voy a contar ocurrió una de esas veces.
Llegamos al anochecer al chalet que se encuentra cerca de la playa y ahí que estaba nuestros suegros esperándonos. Tras los saludos besos y comentarios de bienvenida, descargué el equipaje y deshice las maletas mientras mi mujer estaba con sus padres y nuestro hijo. Cenamos y estuvimos charlando hasta que nos dio el sueño y nos fuimos a la cama. El chalet es bastante grande y tenemos un cuarto propio y uno para el pequeño. A eso de las dos de la mañana no podía dormir del calor que hacía y me fui a la piscina a darme un baño como hago casi todas las noches de verano. Como a esas horas todos están durmiendo me suelo bañar en cueros para darme el gusto. Cuando ya me había refrescado me sequé y me fui a la cama otra vez.
A la mañana siguiente me levanté para ir al baño. Cuando estaba llegando a la puerta me crucé con mi suegra que iba a la cocina a prepararse un café. Ella llevaba puesto un salto de cama hasta las rodillas que dejaba poco a la imaginación. Se le transparentaban sus grandes tetas ya caídas por la edad pero de buen ver y la maraña de pelos de entre sus piernas. Le di los buenos días y entablamos una conversación distendida. Ella no dejaba de mirarme la entrepierna en la que llevaba media erección bajo el pijama de verano y yo me reía por dentro pensando lo caliente que tenía que estar, ya que tiene 55 años y su marido 73 y, por lo que cuenta cuando se suelta en las comidas, está bastante necesitada.
Me metí en el baño y ella en la cocina.
El resto del día fue completamente normal. Desayuno, comida, merienda y cena, hablando y contándonos como nos iba, haciendo chascarrillos de los recuerdos dela infancia, etc, etc etc. Un día de reencuentro como tantos. Por la noche el peque se puso malito y mi mujer se acostó con él en su dormitorio que está junto al de los abuelos. Me acosté solo y procedí con mi rutina veraniego-nocturna. Bañito en la piscina y ducha. Cuando estaba cerrando la ducha me di susto al encontrarme con mi suegra a menos de un metro delante de mí. Llevaba una camisa blanca, grande y amplia que le llegaba por encima de la rodilla. Mi cara tenía que ser un hibrido de susto y corte por estar desnudo. Ella estaba muy seria. Estuve unos segundos que se me hicieron eternos por lo incomodo de la situación cuando, de repente, se arrodillo, me agarró de los huevos y se metió mi arrugada polla en la boca. En un santiamén se me puso erecta y no pudo mantener toda entera dentro de la boca me la mamó solo unos instantes. Al poco se puso de pie y me cogió de la mano para acercarme a la escalera de la piscina. Casi no se veía nada porque la noche era cerrada. Se inclinó y apoyó una mano en la barandilla de la escalera y con la otra buscó entre sus piernas hasta que agarro mi polla y se la acercó a greñudo coño, metiéndose poco a poco toda la carne dentro. Estaba caliente y húmedo hasta chorrear, empezó a moverse y mi estupor se convirtió en calentura, con lo que acompañe sus movimientos con los míos para follármela como me pedía. Tenía el coño menos apretado de lo que yo estaba acostumbrado pero la humedad y el calor que me aplicaba en el glande lo compensaba para darme placer. Empezó a jadear y a moverse más bruscamente e incorporándose y colocando un pie sobre la barandilla, agarró primero mis manos llevándoselas a los pechos y apretándola con fuerza y sin soltar mi mano izquierda comenzó a agarrarme el culo para que me la follara más profundamente. Se movía con desesperación y mordía sus gritos de placer para no ser oída cuando, tras sentir en mi polla unos espasmos en su vagina, se derrumbó cayendo de rodillas. Segundos más tarde se levantó colocándose la camisa y sin mediar palabra, se marchó.
Allí que me quedé con la erección, las piernas mojadas y cara de tonto. Volvía comenzar mi ritual de baño veraniego-nocturno.
Mismo despertar, mismo trayecto y vuelta a encontrarme con mi suegra por la mañana frente a la puerta del baño. Esta vez sonreía mucho más que ayer y la única diferencia era que mi erección resultaba más difícil de ocultar por los pantalones del pijama. Tras la charla de rigor me metí en el baño, oriné y a la que me disponía a salir entró mi suegra. Tas orinar se me había quedado completamente fláccida y al verla, saltó como un resorte fuera del pantalón a medio abrochar. “Me falta leche para el café” me dijo y con las mismas se arrodilló para chupármela, haciéndome una mamada suave, larga y profunda. Notaba como se me hinchaba dentro de su boca húmeda, palpitando dentro. Me vine con todo lo que tenía dentro de su boca hasta vaciarme y en ningún momento se la sacó, tragándose hasta la última gota sin dejar de mamármela. Aún estuvo así por un minuto hasta que perdió algo de rigidez y entonces se incorporó y dándose media vuelta. Se marchó.
Me quedé un rato sentado analizando lo que había pasado tratando de asimilarlo, pero fue imposible. Salí del baño y el día transcurrió como si nada hubiera ocurrido. Eso si, mi suegra tuvo una sonrisa dibujada en la cara todo el día.
